ATREO era hijo de Pélope e Hipodamía, de los que hablaremos en otra entrada.
Tenía un hermano gemelo, Tiestes, y parece que no se llevaban demasiado bien (ufff, cómo nos suena esto, Eteocles y Polinices, Caín y Abel, etc.).
Pero ambos hermanitos se habían confabulado contra un hermanastro mayor que tenían, hijo también de su papá Pélope, y lo asesinaron, por lo que fueron desterrados por su padre.
Llegaron a Micenas, y en ausencia del rey Euristeo, deciden hacerse con el trono. Pero ¿quién sería más digno de tal honor? Pues el que pudiese presentar un vellón de oro de una oveja.
Y aquí empieza el culebrón: la esposa de Atreo, Aérope, era amante de Tiestes (uy uy uy); Atreo le había entregado a sus esposa, para que lo ocultase, un vellón de oro de una oveja que tenía oculto desde hacía tiempo (por cierto, dicha oveja se la tenía que haber sacrificado a Artemis, pero no quiso hacerlo ... uy uy uy de nuevo). Bueno, pues la infiel esposa se lo entregó a su amante Tiestes y este lo presentó como prueba de que debía ser el rey.
Pero, al final, por un truquito de Zeus haciendo que el Sol se pusiese por el este, en vez de por el oeste, consiguió que Atreo se hiciese con el poder.
Y aquí empieza la parte “gore” de la historia: Atreo fingió reconciliarse con su hermano y lo invitó a un banquete, en el que sirvió de comida a los tres hijos de aquél, y luego lo arrojó del país.
Finalmente Tiestes engendró a un hijo, Egisto, que acabará matando a Atreo, y entregando el trono a su padre Tiestes.
Por cierto, Atreo tuvo dos hijos: Agamenón y Menelao, el primero de los cuales acabó siendo asesinado por su propia mujer, Clitemnestra, y el amante de la misma que no es otro que ... Egisto.
Pero esta es otra historia que contaré en otra entrada.
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